El próximo miércoles a las 7 horas reabrirá el bar notable La Giralda, aquella meca del chocolate con churros ubicada sobre la avenida Corrientes al 1400 que funcionó por casi nueve décadas. Los primos Gabriel García y Nicolás Marques son los nuevos dueños, también administran otro clásico, el bar La Ópera, en Callao y Corrientes.
Cuando García y Marques llegaron al local se encontraron con azulejos rotos, zócalos de madera podridos y un piso que había que cambiar. La nueva Giralda no se parecerá tanto a la que cerró hace dos años, se buscó retornar a la original, aquella de 1930. Pisos de mármol y granito, barra de madera con pasamanos de bronce para reemplazar la de fórmica y un gran vitral con el motivo de la torre campanario andaluza que le da nombre.
“El vitral recordará a los clientes el cuadro antiguo que estuvo colgado allí por años”, precisa a Clarín el arquitecto a cargo del rediseño, Gustavo Cerrotti, del estudio Pereiro Cerrotti & Asociados. Paula Espigares, Luis María Gianera y Pablo Schapira fueron quienes dieron vida a ese vitraux Tiffany retroiluminado que corona la pared trasera del bar, camino a los baños.
Los baños fueron hechos de nuevo, después de un abandono de años. Hoy lucen paredes revestidas en mármol blanco, paneles similares a esa piedra y una pileta con grifo con cierre automático. Para llegar a esos baños hay que seguir los letreros de estilo art déco, la misma escuela que se adivina en las luces, también nuevas. El cartel de neón de “Chocolate con churros” también es flamante, reproducción del viejo. Lo mismo ocurre con las sillas Thonet en haya y en caoba, y con las mesas con tapa de mármol blanco, como las que había antes.
“Intentamos posicionarnos en los orígenes del local, en los años treinta. Como muchas de las cosas originales no llegaron a nuestro tiempo y ni siquiera tenemos fotos, desarrollamos los artefactos de iluminación y los apliques en base a una línea art déco, que es coherente con esa época”, explica Cerrotti. “Aquellos azulejos blancos que se convirtieron en ícono no forman parte de ese buscado diseño original”, alega Cerrotti. Por ese motivo y por problemas de humedad y columnas oxidadas es que fueron retirados.
Los pisos actuales, no tan distintos a los anteriores, son de tonos claros y llevan remates negros en las esquinas que formaban pequeños rombos. Pero los de ahora, además de brillar más, son más claros. Y los del viejo bar eran lisos en el sector de la barra. “Nos encontramos con tres pisos distintos, fruto de las remodelaciones, incluso tuvimos que hacer otra vez algunas de las bovedillas, porque estaban tan deterioradas que se habían venido abajo. Por eso decidimos diseñar un piso con mármoles de alta calidad a la antigua, con un diseño que podría haber sido perfectamente de las primeras décadas del siglo pasado”, continúa Cerrotti.
La boiserie se mantuvo original, pero restaurada, y la característica carpintería del frente, en roble americano. Los espejos también son los mismos. “Recibieron un tratamiento de limpieza y luego se los volvió a bañar en plata. Lo hizo un hombre muy mayor que conserva métodos de vieja escuela”, precisa a Clarín García.
Sobre la barra de madera con tapa de granito hay un dispenser de soda y detrás hay tres canillas de cervezas, la plateada cafetera Lainex, las vitrinas con botellas para preparar aperitivos y el clásico cartel negro de fieltro con las promociones en letras blancas. También hay una estantería repleta de tazas y pocillos blancos nuevos, que rezan “LG Desde 1930”.
En esa vajilla flamante podrá tomarse el café o el chocolate. O, si el cliente lo prefiere, en los clásicos vasos de vidrio con base y asa de metal. Las viejas tazas blancas con el dibujo de la torre de Giralda estarán exhibidas en la vidriera, junto a los ceniceros labrados con la marca de la vieja ferroquina Bisleri.
El chocolate de la nueva Giralda es más líquido que el de otros lugares, como Los Galgos a unas cuadras, “Así es mejor para mojar los churros. Mezclamos chocolate Fénix y Colonial, como hacían los antiguos dueños”, detalla Marques. Podrá tomarse en el lugar o pedirlo para llevar. Los churros también podrán comprarse para llevar, por unidad o por docena.
El cocinero Miguel Barbona estará a cargo de los clásicos tostados de jamón y queso en pan de miga o árabe, y sándwiches de atún o bondiola braseada, entre otros, en pan de flauta tradicional, saborizada o multicereal.
“Hay que aggiornarse, para evitar que pase lo que pasó: que no venía tanta gente porque el bar no había podido adaptarse a estos tiempos. No perder el chocolate con churros, que hace a nuestra identidad, pero ser conscientes de que con eso solo no llegamos a ningún lado y que hay que sumar otras cosas”, advierte Marques a Clarín.
La carta incluye platos para el almuerzo y la cena como salmón gravlax, bondiola braseada con puré de boniato o carne al malbec con papines, champiñones, cebollas y panceta. Los vegetarianos también tendrán opciones, entre ellas fideos cinta con tomates confitados, pesto de rúcula y crocante de puerro; o ensalada de hojas verdes, queso azul, peras asadas y garrapiñada de nueces.
“Queríamos que fuera un punto medio entre algo básico y sofisticado”, destaca Barbona, que viene de trabajar en el hotel Panamericano. Además de los churros, también hará el flan mixto y los panqueques. Las tortas y los helados vendrán desde afuera.
La Giralda funcionará de 7 a 2 de domingo a jueves, mientras que estará abierto todo el día los viernes, sábados y vísperas de feriado. “Dicen que la calle Corrientes nunca duerme. ¿Por qué va a dormir La Giralda?”, recuerda Marques.
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