>Los vestigios coloniales de españoles y portugueses se observan aquí y allá
en toda la ciudad antigua, la cual estuvo abandonada por mucho tiempo hasta
que a fines de la década del 60, se dio inicio a su reconstrucción
Arribando a Colonia
Calle Centro Histórico
Centro Histórico con vista del Faro
Puerto de Yates
Municipalidad de Colonia
Todo comenzó un día de diciembre en la FIT 2021 (Feria Internacional de Turismo
en Buenos Aires). Visité el stand de Colonia del Sacramento, me invitaron a
participar de un sorteo. Dos días después recibí una comunicación de la
Asociación Turística de esa ciudad avisándome que era el feliz ganador de una
“experiencia mágica”. A partir de entonces, y tras la pausa de las Fiestas de
Fin de Año y las vacaciones estivales, comencé a organizar el viaje que
finalmente se concretó el pasado fin de semana. El sábado por la mañana, partí
junto a mi acompañante, en el Superferry de Colonia Express desde Buenos Aires
hacia la ciudad oriental. El día estaba gris y frío pero ello no fue obstáculo
para disfrutar a pleno. Ni bien arribamos a Colonia, nos dirigimos hacia la
Ciudad Histórica recorriendo su interesante patrimonio, fusión de estilos
coloniales españoles y portugueses, lo que le valió ser declarada Patrimonio de
la Humanidad. La ciudad fue fundada por el maestre de campo portugués Manuel
Lobo en enero de 1680, convirtiéndose en la primera ciudad fundada por europeos
en lo que hoy es el territorio de la República Oriental del Uruguay. Ubicada
frente a la ciudad de Buenos Aires, tuvo un carácter militar con la intención de
la burguesía mercantil portuguesa de recuperar el intercambio con esa ciudad.
Sin embargo, las autoridades españolas de Buenos Aires deciden atacar el nuevo
asentamiento y la toman en agosto del mismo año de su fundación. Esto dio origen
a diversas acciones por parte de portugueses y españoles en los que la ciudad
cambió de bando en varias oportunidades. Hasta que en 1828 quedó definitivamente
integrada al Estado Oriental del Uruguay. Los vestigios coloniales de españoles
y portugueses se observan aquí y allá en toda la ciudad antigua, la cual estuvo
abandonada por mucho tiempo hasta que a fines de la década del 60, se dio inicio
a su reconstrucción. En 1972 se inauguraron las obras que incluyeron la
reconstrucción de la muralla y su Puerta del Campo, hoy un emblema de la ciudad.
Los Museos Español, Portugués, del Indio, la Casa de Nacarello, la Casa del
Virrey, en las ruinas del Convento, fueron algunas de las intervenciones que se
recuperaron el barrio histórico. La Calle de los Suspiros que desciende desde la
Plaza Mayor hasta la calle de San Pedro ofreciéndonos hermosas vistas del Río de
la Plata es, probablemente, la arteria más famosa de la ciudad. Su construcción
denota su carácter lusitano ya que fue realizada con piedras desiguales con
pendiente hacia el centro de la misma, a diferencia de las construcciones
españolas que utilizaban piedras más regulares conformando una calzada abovedada
con declives hacia ambos lados de la misma. Un custodio blanco vigila el centro
histórico y toda la costa desde hace más de un siglo y medio: el faro. Fue
levantado junto a las ruinas del convento de San Francisco Xavier, y se mantiene
en buen estado. Desde la parte superior del mismo, a la que se accede por medio
de largas escaleras caracol, se observan hermosas vistas de toda la ciudad y el
río. A poca distancia del faro, otras dos torres se elevan al cielo coloniense,
las de la Basílica del Santísimo Sacramento.
El edificio comenzó a construirse
en los albores del siglo XIX, aunque poco después la caída de un rayo le provoca
serios daños, ya que bajo la sacristía existía un viejo polvorín portugués en el
que se habían almacenado municiones en tiempos pasados. Tanto es así, que cuando
Charles Darwin pasa por allí (c. 1831/36), relata en su diario de viaje que la
iglesia debido a este accidente se encontraba en estado ruinoso. La iglesia es
reconstruida en poco tiempo. En pleno siglo XX se restauran la fachada y los
azulejos de las cúpulas. Con los trabajos de puesta en valor del casco
histórico, la Basílica también es intervenida reconstruyéndose partes dañadas
dejando a la vista todo lo que era original. Tras este recorrido, llegó el
mediodía y la hora del almuerzo que tuvo lugar en uno de los restaurantes
aledaños a la Plaza Mayor donde nos deleitamos con un clásico “chivito”. Nuestro
recorrido continuó por el Paseo costero de San Gabriel hacia el muelle y Puerto
de yates llegando hasta el Centro Cultural Bastión del Carmen.
Este bastión fue
construido como punto estratégico militar, una plataforma de artillería en las
batallas que ocurrían en la ciudad de Colonia entre españoles y portugueses.
Cuando el país se estabilizó y cesaron las disputas, el lugar fue reconvertido
en una fábrica de cola y jabón, años más tarde una barraca y almacén de granos,
y posteriormente un lavadero de lanas y curtiembre. Finalmente, el Ministerio de
Educación y Cultura lo adquiere a sus propietarios argentinos para transformarlo
en un Centro Cultural que se ha convertido en uno de los principales atractivos
turísticos de la ciudad, en el que se llevan a cabo todo tipo actividades
artísticas: teatro, exposiciones, talleres, charlas y eventos diversos. La
antigua chimenea, las murallas y la escultura en forma de espiral son los puntos
de atracción del gran parque frente al río que posee el Bastión. Antes de
disponernos a continuar el recorrido, hicimos una pausa para un café y
encontramos: Lentas Maravillas, un lugar especial que transmite paz y
tranquilidad.
La amabilidad de su dueña nos invitó a entrar y descubrir una
acogedora sala con una gran chimenea de piedra y unos inmensos ventanales que
ofrecen una estupenda vista del jardín y el río, todo complementado con una
deliciosa pastelería. Reconfortados luego de beber un humeante café pusimos proa
a nuestro próximo destino que se halla a unos 20 km. al noroeste de la ciudad,
en San Pedro. Allí está el Museo C´ars.
Museo C´ars
Tras un breve recorrido por la campiña uruguaya, unos carteles al costado de la
ruta nos informan que el ingreso al museo se halla próximo. Dos grandes pilares
de mampostería con una forma que nos recuerda a vasos gigantes, pintados de
blanco, coronados con dos autos antiguos flanquean el ingreso al lugar. Desde
allí parte un camino de grava que nos lleva hasta las instalaciones del museo.
Ya en el camino se observan algunos vehículos antiguos esparcidos por el parque.
Son los encargados de darnos la bienvenida, mientras aguardan, allí, silenciosos
el momento de su restauración.
Este museo privado fue una iniciativa de un
argentino, Manuel Arslanian Ipekdjian. Este señor y su esposa visitaban a menudo
Colonia. Ella le sugiere adquirir una propiedad allí a fin de mudarse y eso es
lo que hace don Manuel. En principio compra un terreno sobre la Ruta 1, en un
lugar donde no existían servicios ni caminos que él mismo va construyendo.
Lamentablemente, su esposa fallece pero él decide quedarse y, adquiere otra
finca en San Pedro, donde decide hacer realidad su proyecto de museo. A Manuel
le interesaron los automóviles desde muy pequeño, y se convirtió en un asiduo
espectador de carreras de autos. Con el transcurrir del tiempo comenzó a
adquirir vehículos antiguos y todo tipo de objetos que se fueron almacenando en
unos galpones por un cuarto de siglo. Así, un día decidió construir un galpón en
el que pudiese exponer buena parte de todo aquello. De esta manera nace el Museo
C`ars by Manuquita, llamado así en recuerdo de su esposa. Una galería bajo la
cual observamos algunos carruajes antiguos tirados por caballos es lo primero
que encontramos. Junto a ella se ubica la confitería que permite disfrutar de un
refrigerio sentados observando el campo y el área exterior con algún tractor,
carro y los autos sin restaurar “en espera” para su puesta en valor. Un hangar
de aproximadamente 2000 m2, es la gran sala de exposición en la que encontramos
una treintena de vehículo, algunos centenarios o muy próximos a cumplirlo.
Otros, son “más jóvenes”, sólo tienen la mitad de esa edad.
Para acceder a
observarlos, debemos hacerlo recorriendo un pasillo cuyas paredes están
tapizadas de una colección de fotos de automóviles.
En una de las cabeceras del
hangar se recreó una antigua estación de servicio; en uno de los laterales se
exponen todos los vehículos restaurados por el propietario del museo, quien ha
realizado una excelente labor artesanal reconstruyéndolos con piezas originales.
Todos los vehículos poseen, además, la documentación correspondiente.
En el otro
lateral se alinean una serie de antiguos comercios con equipamientos de época.
Así encontramos: la Peluquería de Don Mateo, la Farmacia Santo Remedio, máquinas
de escribir “El Escribiente”, el Consultorio del Dr. Tembleque, entre otros. En
el final del recorrido y sobre la otra cabecera del hangar, hay una colección de
bicicletas y elementos de una bicicletería. La salida la constituye otro pasillo
que, al igual que el del ingreso, está repleto de fotografías. Al salir, damos
una última recorrida por el parque en medio de los automóviles y maquinarias que
allí se hallan esparcidos. De esta manera, finalizamos la visita a este
interesante museo destacando la prolijidad, el esmero, el cuidado de los
detalles en todo lo que allí se expone. La presentación es impecable, lo que
demuestra la dedicación que ha puesto su creador en él. Luego de la visita,
emprendemos el regreso a la ciudad de Colonia dirigiéndonos al Hotel Dazzler by
Windham, donde somos recibidos muy cordialmente y alojados en una de sus
espaciosas habitaciones, con amplio ventanal, lo que la hace muy luminosa. La
decoración es moderna y cálida invitándonos al relax.
Después de un breve
descanso, nos aprontamos para ir a cenar. Comarca Las Liebres Ubicada en uno de
los puntos más altos de la ciudad, a un kilómetro del Real de San Carlos, y unos
6 km. del centro histórico, este emprendimiento que comprende un hotel,
restaurant y barrio cerrado, ofrece diversas experiencias.
La casa principal es
de 1920 y ha sido restaurada para alojar huéspedes. En la parte anterior se le
ha adicionado una gran galería vidriada donde se ubica el restaurante, en el que
nos disponemos a cenar. El restaurante está dirigido por el chef Hugo Soca cuyas
recetas reivindican la comida casera. Nos recibieron con un trago de bienvenida:
una copa de “medio y medio”, típica bebida uruguaya conformada con partes
iguales de vino blanco seco y espumante blanco dulce y hogazas de pan de masa
madre recién horneado.
El menú de tres pasos está elaborado cuidadosamente
combinando ingredientes naturales cosechados en la huerta del hotel, productos
artesanales con toques modernos de aliños y sazones para recrear recetas caseras
y tradicionales, resultando en platos particularmente sabrosos y equilibrados.
Desde el inicio hasta el final, la atención fue magnífica: el personal muy
cordial y atento a cualquier requerimiento, la cuidada presentación de los
platos, la atmósfera del ambiente que invita a relajarse y conversar mientras se
degustan los diferentes platos. Una “experiencia culinaria” de gran calidad.
Así, culminamos nuestro primer día en la ciudad.
El domingo lo iniciamos
desayunando en la cafetería buffet del hotel, que ofrece variedad de opciones
para todos los gustos. Un amplio salón vidriado con acceso a la terraza solárium
frente a la pileta con vistas al Río de la Plata, es el marco ideal para probar
lo ofrecido, entre lo que destaca la buena pastelería. Finalizado el desayuno
iniciamos el recorrido por la Ruta 1 y luego la 50, que discurren por las
cuchillas uruguayas para dirigirnos a Viñedos y Olivares del Quintón
El área
donde se emplaza este emprendimiento está compuesto por suaves cuchillas con
abundante vegetación en el Paraje El Quintón, a unos 30 km. de la ciudad de
Colonia. En el portal de acceso encontramos a Facundo, nuestro anfitrión y guía
en esta visita. Un camino suavemente ondulado que transcurre en medio de la
vegetación y atraviesa, por medio de un puente, una laguna artificial nos acerca
a la finca principal.
Una gran casona de estilo colonial con techo de tejas y
paredes blancas nos da la bienvenida. Accedemos a ella a través de una puerta
cancel de hierro forjado y un zaguán decorado con mayólicas traídas de España
por los dueños del emprendimiento, desembocando en un patio central, rodeado de
galerías con columnas. Somos conducidos a un amplio salón de recepción en el que
proyectan un video institucional. La finca pertenece a una familia argentina,
que la adquiere con el fin de pasar tiempo de descanso en ella. Para ello
edifican la casona y deciden iniciar una actividad productiva. En principio
plantan olivos, construyen las instalaciones necesarias para el proceso de
elaboración de aceites y dan inicio a la producción.
Los aceites se
comercializan bajo el nombre “Piedras del Olivar”, siendo aceites extra virgen
Premium de tres tipos diferentes. Después de un recorrido por la plantación y
por la planta de elaboración con las interesantes y cordiales explicaciones de
Facundo, pasamos a la degustación de los aceites. La visita continuó recorriendo
las plantaciones de vides, otro emprendimiento iniciado a posteriori del olivar.
Desde allí, nos dirigimos a las noveles instalaciones de la bodega, edificio
emblemático de la firma, construida sobre una lomada desde la cual se domina
visualmente todo el paisaje circundante.
El proyecto es del arquitecto uruguayo
Gabriel González, quien describe así su obra: Las piedras con las que se han
elevado los contundentes muros curvos exteriores, son propias de una cantera del
campo. Solamente se han reposicionado para darles un nuevo sentido, otro
lenguaje. Un par de “tajos estructurales” en las paredes de contención exhiben
la roca madre, la piedra que envuelve la bodega y a su vez la contiene. Desde el
proyecto, se apuntó al desafío de que fuera posible percibir todas las etapas de
la vinificación desde dentro de la bodega. Así es que los niveles del edificio
balconean unos sobre otros, y se han estudiado y logrado varios puntos de vista
estratégicos desde donde el visitante puede contemplar de una vez todas las
etapas de la elaboración del vino. Durante la vendimia, se conjugan visualmente
la cosecha manual en las viñas, el lago de aguas naturales para riego, el
transporte, la recepción y limpieza en bodega, el primer encubado en acero
inoxidable, el futuro desvinado a crianza en barricas de roble francés, el
descanso de las botellas de anteriores cosechas. La calidad de un vino está dada
por la sumatoria de calidades de cada etapa de la vinificación. Bodega Viñas del
Quintón rinde justo homenaje a todas ellas. Las instalaciones impactan x su buen
diseño: amplitud de espacio, disposición de las cubas de acero inoxidable,
espacio central abierto con balcones que permiten visuales amplias desde los
distintos niveles, los barricas de roble en el piso inferior, los amplios
ventanales que hacen que el lugar sea muy luminoso, los muros de piedra
autóctona y el afloramiento de la roca madre, utilizada también como muro. Ello
conlleva a que el espacio interno tenga acondicionamiento térmico y de
ventilación sin necesidad de utilizar equipos artificiales para ello.
Las cepas
que producen los viñedos propios son Cot Malbec y Syrah. En tanto los vinos que
actualmente comercializan son la línea Bruna (100% malbec) y Petra (70% malbec,
30% cabernet franc). Estos vinos han obtenido importantes premios
internacionales tales como Medallas de Oro en Selections Mondiales des Vins
(Canadá) y Medalla de Oro Vinistate (Bruselas).
Como broche de oro, a este
recorrido, la bodega nos ofreció una degustación con una abundante picada. Al
igual que en el Museo C´ars, todo está muy cuidado , prolijo, excelentemente
mantenido. Así, luego de casi tres horas de recorrido y buen comer y beber
emprendimos el regreso a la ciudad de Colonia.
Al llegar realizamos un último
recorrido por ella, yendo a visitar su reciclada Plaza de Toros, el Real de San
Carlos, que luce orgullosa el esplendor recuperado. Actualmente, se ha
convertido en centro de convenciones, espectáculos culturales y deportivos;
posee, además, un restaurante, un museo y una sala de convenciones. El Museo del
Ferrocarril, aledaño a esta Plaza de Toros, está cerrado definitivamente.
Recreaba una antigua estación de ferrocarril de comienzos del siglo XX y poseía
diversos vagones antiguos originales, integrantes del patrimonio cultural
uruguayo. En el predio, que contaba con un bar restaurante se llevaban a cabo
actividades culturales. Hacemos votos para que el mismo pueda ser reabierto ya
que es un complemento ideal para el Real de San Carlos y ayudaría a potenciar
turísticamente esta área de la ciudad algo alejada del centro histórico.
Tras
ello, recorrimos la Rambla de las Américas, la avenida costanera de la ciudad,
observando la vastedad del Río de la Plata que baña sus costas, llegando
nuevamente al centro histórico. Desde allí nos dirigimos a la vecina Terminal
Fluviomarítima para abordar el ferry de Colonia Express rumbo a Buenos Aires,
dando por concluida la visita a esta ciudad. En poco más de 24 horas hemos
vivido realmente una “experiencia mágica” en esta amigable ciudad oriental.
Conocimos nuevos sitios de interés cultural, nos sentimos muy bien tratados en
todo momento, destacando la cordialidad y amabilidad de los colonienses. El
turismo constituye una de las más importantes fuentes de ingresos de la ciudad y
sus habitantes son conscientes de ello, por lo que se esfuerzan en hacer que el
turista se sienta cómodo, confortable, bien tratado, lo cual genera en ellos un
deseo de volver a visitarla nuevamente. Me resta sólo agradecer a la Asociación
Turística y la Dirección de Turismo de Colonia por esta “experiencia mágica” que
hemos disfrutado
Atardecer en Colonia
Regresando a Buenos Aires
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Recorrido 360°
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